En la Casa de Gobierno hay una sola certeza en medio de tanta incertidumbre: el domingo 19 Sergio Massa debe convertirse en el presidente de los argentinos porque otro escenario llevaría a la gestión del gobernador Osvaldo Jaldo a adoptar medidas de fondo para acelerar aquello de que la provincia debe vivir más de lo que produce que de lo que pueda recibir del poder central. El actual ministro de Economía de la Nación le garantiza tranquilidad al tranqueño, que mandó a Buenos Aires al conductor de la Economía provincial, Daniel Abad, a conciliar números en el Palacio de Hacienda.
El resultado del domingo no condicionará el pago de los sueldos a los 110.000 empleados públicos que, en principio, ya están garantizados con los fondos proyectados por el Poder Ejecutivo. Sin embargo, 2024 puede llegar a ser un daño financiero más duro a partir de la decisión del Gobierno nacional de tocar dos de las principales fuentes de ingresos nacionales para las provincias: los impuestos a las Ganancias y al Valor Agregado (IVA). A menos de un mes del recambio institucional en el país, lo que busca la administración tucumana es que haya un documento que certifique un posible arreglo con la Nación para que no haya más sorpresas durante el primer año de mandato de Jaldo.
El período preelectoral disimula algunas cuestiones internas que la oficialista Unión por la Patria no ha terminado de cerrar. En cada baldosa que pisa el jaldismo se encuentra con alguna herencia de los tiempos manzuristas. ¿Sorprenden? No. Jaldo sabe cuáles son las reglas de juego porque acompañó durante casi ocho años al médico sanitaria. No obstante, en su entorno siguen pasando facturas acerca de la herencia recibida. Jaldo calla. No es tiempo de agitar las aguas, aunque al actual mandatario le está costando lograr uno de los objetivos que se había propuesto antes de asumir la gobernación, el 29 de octubre pasado: la consolidación de un solo bloque oficialista en la Legislatura.
Manzur estuvo parte del fin de semana en Yerba Buena, en una reunión familiar de la que participaron muy pocos dirigentes políticos. A ellos les pidió que se mantengan encolumnados detrás de la figura de Jaldo, pero también hay quienes señalan que el ex gobernador ha tenido una charla prolongada con el vicegobernador Miguel Acevedo, en la que se ahondó el funcionamiento de ese cuerpo y también el financiamiento del Parlamento, en el marco del sistema de austeridad financiera anunciado por su sucesor en el Poder Ejecutivo.
Un triunfo de Massa en la segunda vuelta electoral catapultaría a Manzur, en otro reciclaje político con posible nuevo desembarco en la Rosada. Eso cambiará el escenario en la provincia. Difícilmente Jaldo trate de diferenciarse más de su ex compañero de fórmula si esto sucede. Pero, en medio de tanta paridad técnica, el gobernador y el ex mandatario se preparan para cualquier resultado que puedan arrojar las urnas. Un triunfo de Javier Milei depositaría casi automáticamente a Manzur en el Senado de la Nación. Ocuparía la banca que dejaría vacante el electo diputado nacional Pablo Yedlin. Desde ese lugar, el ex jefe de Estado provincial buscaría consolidar su figura en lo que sería el proceso de reconstrucción de un peronismo golpeado.
Pero Jaldo necesita imperiosamente que el Gobierno central mantenga el mismo signo político que el de la provincia. Ayer, en el Salón Blanco y ante la presencia de gran parte de la dirigencia sindical pública y privada de la provincia, el gobernador ha reclamado dejar las diferencias para dirimirlas después del lunes 20 de este mes. “La del 19 de noviembre puede ser la elección más importante de los últimos 50 años”, afirmó para arengar a la dirigencia presente. Y Jaldo fue más allá en sus apreciaciones. En un tono electoral, el gobernador ha dicho que el candidato de La Libertad Avanza “es un candidato improvisado que nació de la nada y tiene que terminar como nació: en la nada”. Por eso, esgrimió, “hay que frenar a Milei con el voto peronista”.
Subido a la campaña, el tranqueño ha tenido una semana movida, con encuentros con intendentes peronistas (el viernes lo había hecho con los 93 comisionados rurales) y ayer con la dirigencia de las secciones Este y Oeste, que no alcanzaron sus objetivos electorales. En el oficialismo se habla de un tendal de heridos de las elecciones pasadas que hasta ahora no lograr reubicarse en la consideración del poder. Jaldo cree que todo llegará a su tiempo, aunque el agua bendita no alcanza para todos los fieles. Un plan de austeridad, en el que se elimina el gasto superfluo o político, necesitará tiempo para que sea puesto en práctica.
Después del balotaje, Tucumán tendrá que hacer los deberes necesarios para que el nivel de erogaciones no exceda de $ 1,5 billón el año que viene. El gobernador, que lleva casi dos semanas de gestión requerirá del acompañamiento permanente de la Legislatura. Habrá proyectos de ley que pueden ser innovadores para recaudar más recursos. Pero también habrá iniciativas que tiendan a contener el gasto hasta nuevo aviso.
Esta campaña hacia la segunda vuelta ha sido mucho más corta que las anteriores. La sociedad tucumana en general ya no ve las horas de que terminen las elecciones. Desde la frustrada convocatoria del 14 de mayo, pasando por las provinciales del domingo 11 de junio que consagró a la fórmula Jaldo-Acevedo, continuando por las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 13 de agosto, haciendo escala por las presidenciales del 22 de octubre, este domingo llegará el balotaje, lo que marcará el fin de la maratón electoral. En esta última convocatoria, el Partido Justicialista se juega más que un resultado. La base de cálculo oficialista plantea un mínimo de 470.000 sufragios para que el distrito le ofrende un triunfo en territorio tucumano a Massa. Sin embargo, la ambición peronista no descansa; los armadores del partido oficialista indican que deberán recolectar cerca de 500.000 votos para vencer al libertario, porque solo hay dos fórmulas en pugna.
En el oficialismo entienden que la clave de la elección del domingo que viene pasará por la fiscalización de cada mesa. Milei, en ese aspecto, viene quejándose de que ni el macrismo ni el radicalismo le garantizan un seguimiento de los resultados, urna por urna. Massa, por su parte, intentará sostenerse a flote en las consideración popular como la opción que puede sacar al país de la crisis en que está. El problema de ese mensaje es que viene prometiendo acciones desde agosto del año pasado, cuando asumió el cargo de ministro de Economía.
Roberto Lavagna, ex titular del Palacio de Hacienda, ha realizado una serie de apreciaciones sobre lo que es gobernar en tiempos de crisis. Entre otros mensajes en la red “X”, el economista planteó que “gobernar no es sentarse en un sillón y blandir la lapicera como si fuera un instrumento cortante. No es creer que todo empieza de cero como si la sociedad fuera masilla a la que uno le da la forma que quiere las veces que se le ocurre. Gobernar no es tampoco creerse puro, limpio e iluminado por un saber indiscutible”, expuso. Esos pueden ser indicios de un gobierno de unidad nacional. Las bases siempre están; lo que no logran los políticos es alcanzar consensos que trasciendan el tiempo y la ideología. Cuando ello ocurra, entonces la Argentina volverá al camino del crecimiento con inclusión social.